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COLUMNA: Se casó pensando que podía cambiar a su esposo

El testimonio de una mujer es relatado en esta columna en la que se describen los primeros cinco años de su matrimonio, que llegaron a ser una montaña rusa emocional.
El testimonio de una mujer es relatado en esta columna en la que se describen los primeros cinco años de su matrimonio, que llegaron a ser una montaña rusa emocional.
(K.C. Alfred/The San Diego Union-Tribune)

Al terminar una de las reuniones de Narcóticos Anónimos, Rebeca se me acercó para compartir de manera individual su experiencia. Me contó que igual que sus compañeras “vivía para mi adicto, salía corriendo a rescatarlo y cuando lo encarcelaron, fue como si nos encarcelara a mis hijos y a mí”.

Los primeros cinco años de su matrimonio, dijo que fueron como una montaña rusa emocional. En el transcurso de esos años nacieron sus dos hijos, aumentó de peso, descuidó su persona y llegó a sentir que se volvía loca.

“Me casé sabiendo que era un adicto, pero estaba tan ciega que llegué a pensar que yo lo podía cambiar”, confesó.

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“No fue así, lejos de eso, su adicción fue en aumento; mientras yo cerraba los ojos para no ver y los oídos para no escuchar, sólo me enfocaba en él. Esos primeros años fueron una cadena de promesas rotas, intentos fallidos que terminaban siempre con una recaída”, señaló.

A Rebeca se le seca la garganta, se le llenan los ojos de lágrimas, pero toma aire y continúa su relato.

“Un día el hilo se rompió por lo más delgado, así sucedió que al llegar con su proveedor no se dio cuenta que lo estaban vigilando”, aseguró.

Al salir, la policía le marcó el alto y él intentó fugarse; en su carrera chocó varios autos, dejó lesionadas a muchas personas y una de ellas falleció. “Mi marido fue a la cárcel a cumplir una condena de 20 años”, detalló.

Esta mujer sostiene que seguía ciega. Junto con sus hijos lo visitaban cada semana, se sometían a las rigurosas reglas y los humillantes registros, todo con el fin de que los niños vieran a su padre.

“Pero a él parecía no importarle el sacrificio que hacíamos, aún en la cárcel seguía siendo grosero y altanero, seguro de mi amor por él”, manifestó.

Cansada de tanta miseria emocional, Rebeca decidió buscar ayuda.

“No sabía ni por dónde empezar, pero Dios me envió un ángel, que me invitó a este bendito programa. Ya no hacemos más visitas a la cárcel, junto con mis hijos disfruto la vida y dejo que Dios se haga cargo de nosotros y de él”, concluyó.

Escríbame, recuerde que su testimonio puede ayudar a otros. Mi email es: [email protected]

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